Bitcoin se presentó como una solución descentralizada (o sea sin utilizar un Banco que actúe como intermediario) para hacer transacciones monetarias, presentando maneras interesantes y muy ingeniosas para resolver el problema del doble gasto. La estructura de datos distribuída se le llamó blockchain, y el protocolo de uso tiene la gran virtud de que es mucho menos costoso para los usuarios actuar honestamente que intentar quebrarlo. Por otro lado una de sus propiedades radica en que las transacciones no se identifican con nombres de usuarios, sino que tanto quienes transfieren como quienes reciben bitcoins se identifican con el hash de una clave pública. Es importante recalcar que un usuario puede tener muchas claves públicas, y por tal motivo puede transferir dinero a si mismo, usando diferentes identificadores, y tratando de evitar así cualquier tipo de correlación entre cada usuario y las monedas que recibe o transfiere. En este contexto estamos tentados a decir que bitcoin ofrece anonimato. Sin embargo, si bien no hay una relación directa, dada que todas las transacciones son públicas, se puede hacer un rastreo de las transacciones, y por tal motivo se dice que lo que presenta es un seudoanonimato (las transacciones son anónimas, pero el comportamiento puede indicar que hay una relación fuerte entre ciertas direcciones y ciertas personas o instituciones). En este proyecto, se relevan diferentes propuestas algorítmicas de rastreo, y al final (con el fin de entender más claramente su comportamiento) se analiza uno de estos algoritmos. Más específicamente se analiza la implementación de un algoritmo presentado por un grupo de investigación de la Universidad de Cambridge que simula el entintado de monedas, para rastrear las direcciones por las cuales pasa en su camino. A partir del código generado por ellos se realizaron pruebas para validar empíricamente este algoritmo.