El objetivo de la pedagogía es ayudar al recién nacido, “ese monstruo esperanzado y terrible”, a devenir ser humano. “El fin de la paideia es ayudar a ese atado de pulsiones e imaginación a devenir anthropos. Doy aquí a la palabra “ser humano”, anthropos, el sentido (...) de “ser autónomo”. Asimismo, bien puede decirse, recordando a Aristóteles, un ser capaz de gobernar y de ser gobernado” (Castoriadis (1990, p. 95). Pensada desde esta perspectiva la institución educativa se nos presenta en su sentido más potente. El lugar donde se produce y reproduce el tejido social. Una hilandería de invisibles tramas donde se entreteje el lazo social. Donde se forman-nos formamos-formamos, los sujetos. Es este el sentido político de la educación. Y éste reconocimiento del sentido político de la educación lleva implícito una actitud ética que nos conduce a la necesidad de reconstruir un sentido para nuestra tarea dentro de las instituciones educativas. Seguramente éste es uno de los motivos por los cuáles en la malla curricular de Formación Docente del plan 2008, se ha incluido la asignatura Observación y Análisis de las Instituciones Educativas y dentro de la misma los talleres que permiten la construcción de herramientas para pensar la institución. El trabajo que presento a continuación parte de la sistematización de experiencias, fenómenos y materiales teóricos que he realizado para trabajar en el taller de Psicología de OyAIE y en los cursos de verano que en el año 2007 y 2010 realizamos en el Instituto de Profesores Artigas con las profesoras Luján Olivera y Mercedes Hernández2 . El mismo está centrado en dar visibilidad a algunos fenómenos que suceden en nuestras prácticas utilizando un enfoque complejo que integre lo institucional en su anudamiento con lo subjetivo.