En la última década, se constata en Chile un movimiento social, con epicentro en las movilizaciones de los estudiantes, que deja al descubierto un déficit importante en el sistema político, junto a un creciente malestar con la política. La forma de transición a la democracia, la institucionalidad heredara, sus consecuencias y los nuevos-viejos actores, parecen estar en la génesis de este creciente malestar ciudadano. Esta institucionalidad restringida, heredara de la dictadura, favoreció una forma de hacer política, con base en una legitimación funcional o tecnocracia, que establece de manera implícita, la idea de que la política y por lo tanto los políticos ya no son instrumentos suficientemente eficiente y validos, y que encuentra en las movilizaciones de jóvenes, -en su mayoría nacidos y educados en los años de la transición democrática- el reflejo de este creciente malestar, que tiene a la educación como eje de las movilizaciones, pero considerando, que lo educacional, no es causa primera ni fundamental de estas movilizaciones. El trabajo busca relacionar la institucionalidad política, con el recurso tecnocrático para gobernar y la respuesta de una parte de la sociedad, que tiene en las movilizaciones por reformas en la educación una fundada excusa, pero que en realidad esconde otros motivos más profundos que hacen a la forma de cómo se construyó la transición y las consecuencias que ella deja.