La feminización de la matrícula universitaria, fenómeno que se da a nivel mundial, adquiere en nuestro país porcentajes elevados. Este fenómeno tiende a ocultar los efectos que el sistema sexo-género, tal como se manifiesta en nuestra sociedad, tiene a nivel de la educación universitaria, sosteniendo la Universidad como bastión del mito de la igualdad entre hombres y mujeres. Sin embargo, el análisis de las cifras con mayor detenimiento permite reflexionar sobre las formas en que de la división sexual del trabajo se expresa en el ámbito universitario. Los estudios en Trabajo Social son un ejemplo de las profesiones consideradas “femeninas” debido al alto porcentaje de mujeres que las profesan y a sus contenidos que históricamente se han considerado extensión de las ocupaciones propias de mujeres en la asignación patriarcal tradicional de roles por género. Contrariamente a la tendencia general, en estas profesiones se observa una masculinización de la matrícula, que frecuentemente es considerado como un avance hacia la igualdad de género y además una ventaja para el posicionamiento del Trabajo Social en el contexto socio-profesional en el que se desarrolla. Un análisis que incluye elementos de mayor complejidad nos permite avizorar que la división sexual del trabajo y sus componentes valorativos de naturaleza cultural, al no ser objeto de pensamiento y reflexión en el ámbito universitario, lejos de desaparecer se reformulan adquieriendo nuevas formas.