La ausencia de una regionalización vitivinícola en el país, originó este trabajo. A través de una metodología de exploración, se analiza la relación entre el territorio y el vino, proyectando el potencial de este paisaje particular, tratando de identificar cual es su rol como forjador de identidad y diferenciación para integrarse al proyecto productivo y territorial. En la actualidad coexisten los problemas de viabilidad del sector vitivinícola, con un conjunto de inversiones dinamizan la propuesta productiva y comercial, de viñedos y bodegas en el sur del país, así como en nuevos emplazamientos con geografías y climas singulares. Éstas integran actividades de enoturismo, hotelería, gastronomía o espacios para eventos, potenciando las infraestructuras, el propio ambiente de los viñedos y la localización cercana a centros urbanos receptores de turismo. La pregunta es: ¿cual es el potencial del paisaje para articularse con una apuesta sectorial integradora? Para ello, este trabajo, recurrió a tres prácticas contemporáneas: la experiencia española de los catálogos de paisaje, las prácticas derivadas de la guía inglesa para su estudio y caracterización con el fin de comprenderlo, protegerlo o transformarlo, y por último, la formulación conceptual y metodológica del landscape urbanism. La investigación abordo tres escalas y resultó en un mapa de once regiones del paisaje del vino en el país y en un grupo de reflexiones que tratan de valorar al paisaje como un recurso útil para las acciones públicas y privadas, para los instrumentos de ordenación y gestión del territorio y como marco de un plan estratégico, ya que Uruguay forma parte del grupo de países que acordaron desarrollar el Plan Estratégico Vitivinícola Regional.