La desigualdad tiende a crecer en el mundo de hoy y el subdesarrollo persiste. Las orientaciones prevalecientes en la generación y el uso del conocimiento científico y tecnológico figuran entre las causas mayores de ambos fenómenos. Tales orientaciones reflejan en gran medida relaciones de poder que involucran a diversos actores, entre los cuales las universidades tienen o pueden llegar a tener un papel relevante. Por ello, a escala internacional, se ahondan las disputas por la orientación de las instituciones de Educación Superior. El modelo dominante de ayer, la llamada “universidad humboldtiana”, ha sido reemplazado por el de la “universidad empresarial”. Si el primer modelo no cuestiona el subdesarrollo ni la desigualdad basada en el conocimiento, el segundo los acentúa. La idea de Universidad socialmente comprometida, alumbrada por el Movimiento Latinoamericano de la Reforma Universitaria, lleva a pensar en una alternativa distinta, que aquí se describe como “universidad para el desarrollo”. La caracteriza su vocación por colaborar con variados actores sociales en diversas tareas orientadas a la democratización del conocimiento, meta que seguramente compartirían los firmantes del Manifiesto de Córdoba.