El interés del presente trabajo radica en entender aquel los procesos identitarios que posibilitan al individuo con una orientación sexual no heterconforme una forma de ser gay en nuestro país. Analizando cuál es el rol que juegan los boliches gays, entendidos como espacios inmorales en el sentido de Evans, en tanto lugares propicios para el desarrollo de una identidad de orientación sexual no heteronormativa. En particular se ahonda la manera en que la heteronormatividad se legítima y reproduce en la sociedad generando la imposición del closet. A su vez, se analizan aquellos procesos interpretativos que desarrolla el individuo a partir de la concurrencia a boliches gays, los cuales posibilitan el desarrollo de una identidad no heterocentrada. Evaluando también, las regularidades que se evidencian en los entrevistados en dichos procesos interpretativos, entendiendo que las mismas generan un closet después del closet. Para dar cuenta de estas interrogantes planteadas se propuso, a través del objetivo general, indagar en la percepción de los hombres gays acerca de su permanencia en el closet y la salida del mismo, analizando si su asistencia a los boliches gays afecta su auto-imagen, promoviendo el desarrollo de una identidad de orientación sexual. En este sentido se utilizaron conceptos como heteronormatividad, violencia y poder simbólico, closet, coming out, estigma, carrera moral, espacios inmorales, performatividad y homonormatividad. Mediante observaciones en boliches gays así como entrevistas a hombres gays asiduos a los mismos se concluyó que la heteronormatividad no sólo se reproduce socialmente sino que también se legitima, en base a esto el closet se convierte en la estrategia del individuo que se encuentra fuera de estos paramentos heterosexistas para "protegerse" de ésta sociedad heterocentrada. A su vez, el boliche gay entendido como una jaula dorada posibilita a sus usufructuarios el desarrollo de una identidad de orientación sexual no heteroconforme, así como también brinda patrones de conductas que "regulan" dicha identidad. Las jaulas doradas se configuran de esta forma como espacios inmorales, ya que son lugares relegados socialmente pero funcionales al sistema capitalista. Siendo éstas no sólo fuente de consumo de los productos comercializables sino que a su vez, los mismos posibilitan conductas que no se habilitan en otros ámbitos. Es así que, mediante estos espacios inmorales se va performando la orientación sexual, a través de actos performativos sostenidos en el tiempo que reafirman una manera de ser gay.