Tradición y ruptura: en el peligroso reino de María Elena Walsh
Resumen:
Nuestros juegos de infancia, deseos primigenios y memoria arcaica, están sumergidos en las aguas del Leteo, gracias a la bienhechora labor socializadora de la educación. Estamos todos, en mayor o menor medida, integrados a la irracionalidad negada por la civilización occidental. La producción y el consumo acelerados al que estamos obligados, so pena de perder nuestra identidad como mujeres y hombres de nuestro tiempo, nos ha dado a cambio la seguridad de una cotidianeidad signada por un universo ordenado y permisivo a la vez, donde la relatividad disfraza a la indiferencia, el valor es sinónimo de precio y el placer de lo inmediato. El mundo es exterior: lo perceptible y lo mostrable, lo clasificable y lo cuantificable, lo eficiente y lo exitoso; pero, por sobre todo, lo cómodo y lo remunerador. Nos hemos convertido en adultos, una de cuyas características es la de haber conquistado la sensata capacidad de adaptación frente a los modelos establecidos por la sociedad. Para lograrlo hemos debido abandonar un pueblo, en el que alguna vez habitamos libremente, cuando éramos niños: el Pueblo de la Fantasía, para decirlo con las palabras de Tolkien. Si hemos abandonado el reino al que solo es posible acceder cuando quedamos hechizados, ¿cómo y por qué hacemos Literatura?
2011 | |
Formación de docentes Enseñanza de la literatura literatura |
|
Español | |
ANEP. Consejo de Formación en Educación | |
RIdAA-CFE | |
http://repositorio.cfe.edu.uy/handle/123456789/596 | |
Acceso abierto | |
cc by-nc-nd 4.0 |
Sumario: | Nuestros juegos de infancia, deseos primigenios y memoria arcaica, están sumergidos en las aguas del Leteo, gracias a la bienhechora labor socializadora de la educación. Estamos todos, en mayor o menor medida, integrados a la irracionalidad negada por la civilización occidental. La producción y el consumo acelerados al que estamos obligados, so pena de perder nuestra identidad como mujeres y hombres de nuestro tiempo, nos ha dado a cambio la seguridad de una cotidianeidad signada por un universo ordenado y permisivo a la vez, donde la relatividad disfraza a la indiferencia, el valor es sinónimo de precio y el placer de lo inmediato. El mundo es exterior: lo perceptible y lo mostrable, lo clasificable y lo cuantificable, lo eficiente y lo exitoso; pero, por sobre todo, lo cómodo y lo remunerador. Nos hemos convertido en adultos, una de cuyas características es la de haber conquistado la sensata capacidad de adaptación frente a los modelos establecidos por la sociedad. Para lograrlo hemos debido abandonar un pueblo, en el que alguna vez habitamos libremente, cuando éramos niños: el Pueblo de la Fantasía, para decirlo con las palabras de Tolkien. Si hemos abandonado el reino al que solo es posible acceder cuando quedamos hechizados, ¿cómo y por qué hacemos Literatura? |
---|