Nuevas identidades, culturas emergentes y estrategias de inclusión social

Winocur, Rosalía

Editor(es): Winocur, Rosalía

Resumen:

El campo de estudio sobre jóvenes, consumos culturales y tecnologías de la información y de la comunicación (TIC) se ha venido transformando, en parte, por la diversidad de ciencias y disciplinas que lo conforman65 y por el constante cambio de los desarrollos tecnológicos y las prácticas sociotécnicas vinculadas a los mismos. De hecho, en los últimos veinte años se pueden identificar tres desplazamientos importantes. En primer lugar, el giro de la subjetividad que cuestiona visiones esencialistas y unitarias de la identidad y permite la emergencia de sujetos de la diferencia, con agencia social y política. Eso, a su vez, ha exigido observarlos imbuidos en redes de relaciones de poder que crean las divisiones sociales en procesos históricamente situados. Un segundo desplazamiento corresponde al cuestionamiento a las visiones reduccionistas que ven a las tecnologías como meros aparatos de entretenimiento, consumo y alienación, para comprender su capacidad mediadora de la experiencia y en la (re)producción y organización de sentidos y prácticas culturales. De ahí que, por una parte, las tecnologías no se consideren como objetos cerrados, terminados, sino abiertas a procesos de innovación y creación de usos sociales que no están siempre predeterminados en su diseño. Por otra parte, se valoran los procesos de apropiación de las tecnologías de acuerdo a variados tipos de demandas y situaciones de la vida común, de los procesos cotidianos de apropiación –las diversas mediaciones– donde los sujetos le otorgan un significado a su uso, de acuerdo con sus propias trayectorias biográficas y a sus diferentes y desiguales competencias culturales. Desde esta perspectiva, en años recientes diversos estudios enfatizan en la importancia de establecer puentes entre el mundo on y off line, pues lo que se ha encontrado es que hay una continuidad entre uno y otro contexto de interacción y práctica social. También existe una preocupación creciente por explorar en dichos escenarios constitutivos e instituyentes de la sociabilidad de los jóvenes, cómo se configuran nuevos capitales simbólicos, espacios alternativos de participación, ámbitos digitales de creación y producción de contenidos y novedosas estrategias de inclusión social. El tercer desplazamiento se refiere a desnaturalizar el uso de las tecnologías y a situar la experiencia mediada. Esto plantea la necesidad de superar tipificaciones y generalizaciones que encasillan a los jóvenes y observar la condición biográfica compleja y a veces paradojal de la relación que los seres humanos establecemos con las tecnologías, así como las condiciones desiguales y diferenciadas de su apropiación. En este sentido se cuestionan las miradas excesivamente adulto céntricas sobre la juventud que han conducido a una homogeneización de los jóvenes como un grupo indiferenciado y desconocen otros factores como las estrategias de control y las dinámicas familiares vinculares que influyen en la apropiación de las tecnologías. En la perspectiva expuesta, la convocatoria de esta sección invitó a jóvenes investigadores a reflexionar acerca de: ¿Qué lugar ocupan las TIC en los procesos de construcción identitaria de las nuevas generaciones? ¿Cuáles son los símbolos y valores culturales predominantes? ¿Qué imaginarios y representaciones sociales organizan la producción de sentido a nivel individual y grupal? ¿Qué tipo de experiencias con el Yo y con los Otros promueven las prácticas de sociabilidad, consumo, creación y entretenimiento en las redes sociodigitales? El artículo de Diana Giraldo, basado en su trabajo doctoral con jóvenes de la ciudad de Cali en Colombia, aporta una comprensión sobre una nueva cultura participativa del aprendizaje (en sentido amplio) donde la capacidad de agenciamiento y adaptación es quizás más importante que los conocimientos adquiridos, pues una vez que se alcanza el mínimo de destreza requerido, las habilidades para seguir explorando, pedir ayuda, ser recursivos y sobre todo perseverantes, resultan todavía más necesarias para una cultura participativa. Por eso los jóvenes no quieren ser etiquetados como “nativos digitales”, por el contrario, buscan ser reconocidos como “actores sociales” en el amplio sentido de la expresión. Esto es, en términos de sus trayectorias de afirmación de sí, de sus prácticas de reflexividad y de búsqueda de autonomía, las cuales, de nuevo, no pueden ser pensadas por fuera de la cultura mediática y participativa actuales. En esta misma línea, el trabajo de Morales, Cabrera y Rodríguez analiza la relación entre consumo y producción de contenidos digitales por parte de adolescentes uruguayos siendo la reflexividad metodológica sobre el propio trabajo de campo protagonista de los hallazgos. Particularmente, las autoras constataron que los jóvenes no se reconocen como “prosumidores” –un a priori a la investigación– sino que las prácticas que resultan significativas son las de compartir y re-compartir en las redes sociales virtuales. Así, este tipo de prácticas se relaciona más con valores y sensibilidades que con un aprendizaje técnico-informático intensivo en el uso de herramientas digitales. Estas prácticas tampoco se traducen en la generación extensiva de narrativas transmedia. Estas búsquedas de afirmación y de autonomía se producen tanto en las capas poblacionales más integradas como en los sectores populares. Así, por ejemplo, el artículo de Magdalena Lemus se fundamenta en una investigación cualitativa de carácter biográfico que se preguntó por las prácticas de apropiación de las tecnologías en los hogares de jóvenes de clases medias y altas de Buenos Aires, Argentina. La autora encontró que este proceso de apropiación no es uniforme, se transforma con otras interacciones sociales y con la migración de tecnologías a través del tiempo, las biografías y los espacios domésticos. Este proceso lo observó a través de la triada tener, hacer, decir que permite comprender las formas de participación en un universo de sentidos compartidos. El artículo de Mónica Bermúdez Grajales también pone el foco en las experiencias de apropiación tecnológica de jóvenes de sectores medios altos colombianos. Para ello el texto analiza las escrituras en entornos digitales desarrollada por estos grupos sociales percibiendo el mantenimiento de cierta cultura hegemónica vinculada a la clase media alta de jóvenes universitarios, ahora a través de dispositivos digitales. Esa tensión cultural entre lo heredado de la cultura impresa (canónica) y la cultura digital y su correspondencia en formas de expresión subjetiva le permite a la autora analizar cómo la condición de clase subjetiva a estos sujetos en las interacciones comunicativas y en la construcción de relaciones donde la dualidad exclusión/inclusión opera como mecanismo de configuración social. ¿Pero qué sucede con los jóvenes que se encuentran socialmente en condiciones de marginalidad y desventajosas? Ana Brizet Ramírez realizó un estudio con niños y jóvenes de sectores marginales de Bogotá, Colombia. La autora destaca la construcción de un capital lúdico que se origina en circuitos de consumo audiovisual como los videojuegos y las parrillas televisivas, los cuales ofrecen satisfacciones y posibilidades de exploración de la dimensión lúdica y creativa de los jóvenes. Sin embargo, la autora alerta sobre cómo el advenimiento subjetivo se sostiene entre las potencialidades de participación y expresión y, al mismo tiempo, en la espectacularización, los estereotipos y el sonambulismo del mercado. En la misma línea de reflexión crítica acerca de los límites y posibilidades de la producción digital de los adolescentes, Andrea Valdivia en su texto se pregunta: “¿qué voces son las que están presentes en las narrativas digitales adolescentes?, ¿qué apropiaciones hacen estos creadores por medio de la producción digital?”. Con base en sus investigaciones de carácter etnográfico con adolescentes chilenos de ámbitos rurales y urbanos, comprueba que las historias narradas reproducen la estética, contenidos y patrones ficcionales del anime y los videojuegos. La autora concluye en la necesidad de apoyar a los adolescentes para que reconozcan otros referentes en su repertorio narrativo, y que sean asumidos como un horizonte legítimo para narrar sus propias historias. El texto de Welschinger Lascano aborda las formas de socialidad de jóvenes de sectores populares en La Plata (Argentina) mediadas por redes sociales virtuales, como Facebook, analizando “los imperativos y regulaciones” que los mismos jóvenes desarrollan para gestionar sus vidas en esos entornos. En dicha perspectiva, el autor ofrece posibles interpretaciones a las acciones realizadas en las redes sociales, a partir de abordar la definición castellana de tecno-sociabilidades en la cotidianidad de grupos sociales e individuos, en este caso juveniles. Ser visible, auténtico y actualizado configuran gramáticas de acción, producto de una amalgama de requisitos, imperativos y deseos sociales. De este modo, el autor pone sobre la mesa la trama de moralidades que guían las acciones juveniles en/ con/sobre las redes sociales permitiendo comprender sus sentidos a partir de la recuperación de la perspectiva de los propios actores. Finalmente, nos parece relevante destacar que todos los estudios son producto de investigaciones originales, y que la mayoría es de naturaleza cualitativa y de corte etnográfico. Esto les permitió a los autores, todos estudiantes de posgrado, reconstruir los matices más sutiles de las representaciones y experiencias de los jóvenes, así como los significados que les otorgan a sus prácticas de consumo cultural, modalidades de sociabilidad y estrategias de inclusión social.


Detalles Bibliográficos
2018
Identidad digital
Cultura
Digital Identity
Culture
Ciencias Sociales
Ciencias de la Educación
Cultura
Subculturas
Identidad cultural
Cultura digital
Español
Fundación Ceibal
Ceibal en REDI
https://hdl.handle.net/20.500.12381/328
Acceso abierto
Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional. (CC BY-NC-ND)
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Un segundo desplazamiento corresponde al cuestionamiento a las visiones reduccionistas que ven a las tecnologías como meros aparatos de entretenimiento, consumo y alienación, para comprender su capacidad mediadora de la experiencia y en la (re)producción y organización de sentidos y prácticas culturales. De ahí que, por una parte, las tecnologías no se consideren como objetos cerrados, terminados, sino abiertas a procesos de innovación y creación de usos sociales que no están siempre predeterminados en su diseño. Por otra parte, se valoran los procesos de apropiación de las tecnologías de acuerdo a variados tipos de demandas y situaciones de la vida común, de los procesos cotidianos de apropiación –las diversas mediaciones– donde los sujetos le otorgan un significado a su uso, de acuerdo con sus propias trayectorias biográficas y a sus diferentes y desiguales competencias culturales. Desde esta perspectiva, en años recientes diversos estudios enfatizan en la importancia de establecer puentes entre el mundo on y off line, pues lo que se ha encontrado es que hay una continuidad entre uno y otro contexto de interacción y práctica social. También existe una preocupación creciente por explorar en dichos escenarios constitutivos e instituyentes de la sociabilidad de los jóvenes, cómo se configuran nuevos capitales simbólicos, espacios alternativos de participación, ámbitos digitales de creación y producción de contenidos y novedosas estrategias de inclusión social. El tercer desplazamiento se refiere a desnaturalizar el uso de las tecnologías y a situar la experiencia mediada. Esto plantea la necesidad de superar tipificaciones y generalizaciones que encasillan a los jóvenes y observar la condición biográfica compleja y a veces paradojal de la relación que los seres humanos establecemos con las tecnologías, así como las condiciones desiguales y diferenciadas de su apropiación. En este sentido se cuestionan las miradas excesivamente adulto céntricas sobre la juventud que han conducido a una homogeneización de los jóvenes como un grupo indiferenciado y desconocen otros factores como las estrategias de control y las dinámicas familiares vinculares que influyen en la apropiación de las tecnologías. En la perspectiva expuesta, la convocatoria de esta sección invitó a jóvenes investigadores a reflexionar acerca de: ¿Qué lugar ocupan las TIC en los procesos de construcción identitaria de las nuevas generaciones? ¿Cuáles son los símbolos y valores culturales predominantes? ¿Qué imaginarios y representaciones sociales organizan la producción de sentido a nivel individual y grupal? ¿Qué tipo de experiencias con el Yo y con los Otros promueven las prácticas de sociabilidad, consumo, creación y entretenimiento en las redes sociodigitales? El artículo de Diana Giraldo, basado en su trabajo doctoral con jóvenes de la ciudad de Cali en Colombia, aporta una comprensión sobre una nueva cultura participativa del aprendizaje (en sentido amplio) donde la capacidad de agenciamiento y adaptación es quizás más importante que los conocimientos adquiridos, pues una vez que se alcanza el mínimo de destreza requerido, las habilidades para seguir explorando, pedir ayuda, ser recursivos y sobre todo perseverantes, resultan todavía más necesarias para una cultura participativa. Por eso los jóvenes no quieren ser etiquetados como “nativos digitales”, por el contrario, buscan ser reconocidos como “actores sociales” en el amplio sentido de la expresión. Esto es, en términos de sus trayectorias de afirmación de sí, de sus prácticas de reflexividad y de búsqueda de autonomía, las cuales, de nuevo, no pueden ser pensadas por fuera de la cultura mediática y participativa actuales. En esta misma línea, el trabajo de Morales, Cabrera y Rodríguez analiza la relación entre consumo y producción de contenidos digitales por parte de adolescentes uruguayos siendo la reflexividad metodológica sobre el propio trabajo de campo protagonista de los hallazgos. Particularmente, las autoras constataron que los jóvenes no se reconocen como “prosumidores” –un a priori a la investigación– sino que las prácticas que resultan significativas son las de compartir y re-compartir en las redes sociales virtuales. Así, este tipo de prácticas se relaciona más con valores y sensibilidades que con un aprendizaje técnico-informático intensivo en el uso de herramientas digitales. Estas prácticas tampoco se traducen en la generación extensiva de narrativas transmedia. Estas búsquedas de afirmación y de autonomía se producen tanto en las capas poblacionales más integradas como en los sectores populares. Así, por ejemplo, el artículo de Magdalena Lemus se fundamenta en una investigación cualitativa de carácter biográfico que se preguntó por las prácticas de apropiación de las tecnologías en los hogares de jóvenes de clases medias y altas de Buenos Aires, Argentina. La autora encontró que este proceso de apropiación no es uniforme, se transforma con otras interacciones sociales y con la migración de tecnologías a través del tiempo, las biografías y los espacios domésticos. Este proceso lo observó a través de la triada tener, hacer, decir que permite comprender las formas de participación en un universo de sentidos compartidos. El artículo de Mónica Bermúdez Grajales también pone el foco en las experiencias de apropiación tecnológica de jóvenes de sectores medios altos colombianos. Para ello el texto analiza las escrituras en entornos digitales desarrollada por estos grupos sociales percibiendo el mantenimiento de cierta cultura hegemónica vinculada a la clase media alta de jóvenes universitarios, ahora a través de dispositivos digitales. Esa tensión cultural entre lo heredado de la cultura impresa (canónica) y la cultura digital y su correspondencia en formas de expresión subjetiva le permite a la autora analizar cómo la condición de clase subjetiva a estos sujetos en las interacciones comunicativas y en la construcción de relaciones donde la dualidad exclusión/inclusión opera como mecanismo de configuración social. ¿Pero qué sucede con los jóvenes que se encuentran socialmente en condiciones de marginalidad y desventajosas? Ana Brizet Ramírez realizó un estudio con niños y jóvenes de sectores marginales de Bogotá, Colombia. La autora destaca la construcción de un capital lúdico que se origina en circuitos de consumo audiovisual como los videojuegos y las parrillas televisivas, los cuales ofrecen satisfacciones y posibilidades de exploración de la dimensión lúdica y creativa de los jóvenes. Sin embargo, la autora alerta sobre cómo el advenimiento subjetivo se sostiene entre las potencialidades de participación y expresión y, al mismo tiempo, en la espectacularización, los estereotipos y el sonambulismo del mercado. En la misma línea de reflexión crítica acerca de los límites y posibilidades de la producción digital de los adolescentes, Andrea Valdivia en su texto se pregunta: “¿qué voces son las que están presentes en las narrativas digitales adolescentes?, ¿qué apropiaciones hacen estos creadores por medio de la producción digital?”. Con base en sus investigaciones de carácter etnográfico con adolescentes chilenos de ámbitos rurales y urbanos, comprueba que las historias narradas reproducen la estética, contenidos y patrones ficcionales del anime y los videojuegos. La autora concluye en la necesidad de apoyar a los adolescentes para que reconozcan otros referentes en su repertorio narrativo, y que sean asumidos como un horizonte legítimo para narrar sus propias historias. El texto de Welschinger Lascano aborda las formas de socialidad de jóvenes de sectores populares en La Plata (Argentina) mediadas por redes sociales virtuales, como Facebook, analizando “los imperativos y regulaciones” que los mismos jóvenes desarrollan para gestionar sus vidas en esos entornos. En dicha perspectiva, el autor ofrece posibles interpretaciones a las acciones realizadas en las redes sociales, a partir de abordar la definición castellana de tecno-sociabilidades en la cotidianidad de grupos sociales e individuos, en este caso juveniles. Ser visible, auténtico y actualizado configuran gramáticas de acción, producto de una amalgama de requisitos, imperativos y deseos sociales. De este modo, el autor pone sobre la mesa la trama de moralidades que guían las acciones juveniles en/ con/sobre las redes sociales permitiendo comprender sus sentidos a partir de la recuperación de la perspectiva de los propios actores. Finalmente, nos parece relevante destacar que todos los estudios son producto de investigaciones originales, y que la mayoría es de naturaleza cualitativa y de corte etnográfico. 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Un segundo desplazamiento corresponde al cuestionamiento a las visiones reduccionistas que ven a las tecnologías como meros aparatos de entretenimiento, consumo y alienación, para comprender su capacidad mediadora de la experiencia y en la (re)producción y organización de sentidos y prácticas culturales. De ahí que, por una parte, las tecnologías no se consideren como objetos cerrados, terminados, sino abiertas a procesos de innovación y creación de usos sociales que no están siempre predeterminados en su diseño. Por otra parte, se valoran los procesos de apropiación de las tecnologías de acuerdo a variados tipos de demandas y situaciones de la vida común, de los procesos cotidianos de apropiación –las diversas mediaciones– donde los sujetos le otorgan un significado a su uso, de acuerdo con sus propias trayectorias biográficas y a sus diferentes y desiguales competencias culturales. Desde esta perspectiva, en años recientes diversos estudios enfatizan en la importancia de establecer puentes entre el mundo on y off line, pues lo que se ha encontrado es que hay una continuidad entre uno y otro contexto de interacción y práctica social. También existe una preocupación creciente por explorar en dichos escenarios constitutivos e instituyentes de la sociabilidad de los jóvenes, cómo se configuran nuevos capitales simbólicos, espacios alternativos de participación, ámbitos digitales de creación y producción de contenidos y novedosas estrategias de inclusión social. El tercer desplazamiento se refiere a desnaturalizar el uso de las tecnologías y a situar la experiencia mediada. Esto plantea la necesidad de superar tipificaciones y generalizaciones que encasillan a los jóvenes y observar la condición biográfica compleja y a veces paradojal de la relación que los seres humanos establecemos con las tecnologías, así como las condiciones desiguales y diferenciadas de su apropiación. En este sentido se cuestionan las miradas excesivamente adulto céntricas sobre la juventud que han conducido a una homogeneización de los jóvenes como un grupo indiferenciado y desconocen otros factores como las estrategias de control y las dinámicas familiares vinculares que influyen en la apropiación de las tecnologías. En la perspectiva expuesta, la convocatoria de esta sección invitó a jóvenes investigadores a reflexionar acerca de: ¿Qué lugar ocupan las TIC en los procesos de construcción identitaria de las nuevas generaciones? ¿Cuáles son los símbolos y valores culturales predominantes? ¿Qué imaginarios y representaciones sociales organizan la producción de sentido a nivel individual y grupal? ¿Qué tipo de experiencias con el Yo y con los Otros promueven las prácticas de sociabilidad, consumo, creación y entretenimiento en las redes sociodigitales? El artículo de Diana Giraldo, basado en su trabajo doctoral con jóvenes de la ciudad de Cali en Colombia, aporta una comprensión sobre una nueva cultura participativa del aprendizaje (en sentido amplio) donde la capacidad de agenciamiento y adaptación es quizás más importante que los conocimientos adquiridos, pues una vez que se alcanza el mínimo de destreza requerido, las habilidades para seguir explorando, pedir ayuda, ser recursivos y sobre todo perseverantes, resultan todavía más necesarias para una cultura participativa. Por eso los jóvenes no quieren ser etiquetados como “nativos digitales”, por el contrario, buscan ser reconocidos como “actores sociales” en el amplio sentido de la expresión. Esto es, en términos de sus trayectorias de afirmación de sí, de sus prácticas de reflexividad y de búsqueda de autonomía, las cuales, de nuevo, no pueden ser pensadas por fuera de la cultura mediática y participativa actuales. En esta misma línea, el trabajo de Morales, Cabrera y Rodríguez analiza la relación entre consumo y producción de contenidos digitales por parte de adolescentes uruguayos siendo la reflexividad metodológica sobre el propio trabajo de campo protagonista de los hallazgos. Particularmente, las autoras constataron que los jóvenes no se reconocen como “prosumidores” –un a priori a la investigación– sino que las prácticas que resultan significativas son las de compartir y re-compartir en las redes sociales virtuales. Así, este tipo de prácticas se relaciona más con valores y sensibilidades que con un aprendizaje técnico-informático intensivo en el uso de herramientas digitales. Estas prácticas tampoco se traducen en la generación extensiva de narrativas transmedia. Estas búsquedas de afirmación y de autonomía se producen tanto en las capas poblacionales más integradas como en los sectores populares. Así, por ejemplo, el artículo de Magdalena Lemus se fundamenta en una investigación cualitativa de carácter biográfico que se preguntó por las prácticas de apropiación de las tecnologías en los hogares de jóvenes de clases medias y altas de Buenos Aires, Argentina. La autora encontró que este proceso de apropiación no es uniforme, se transforma con otras interacciones sociales y con la migración de tecnologías a través del tiempo, las biografías y los espacios domésticos. Este proceso lo observó a través de la triada tener, hacer, decir que permite comprender las formas de participación en un universo de sentidos compartidos. El artículo de Mónica Bermúdez Grajales también pone el foco en las experiencias de apropiación tecnológica de jóvenes de sectores medios altos colombianos. 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La autora destaca la construcción de un capital lúdico que se origina en circuitos de consumo audiovisual como los videojuegos y las parrillas televisivas, los cuales ofrecen satisfacciones y posibilidades de exploración de la dimensión lúdica y creativa de los jóvenes. Sin embargo, la autora alerta sobre cómo el advenimiento subjetivo se sostiene entre las potencialidades de participación y expresión y, al mismo tiempo, en la espectacularización, los estereotipos y el sonambulismo del mercado. En la misma línea de reflexión crítica acerca de los límites y posibilidades de la producción digital de los adolescentes, Andrea Valdivia en su texto se pregunta: “¿qué voces son las que están presentes en las narrativas digitales adolescentes?, ¿qué apropiaciones hacen estos creadores por medio de la producción digital?”. 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En dicha perspectiva, el autor ofrece posibles interpretaciones a las acciones realizadas en las redes sociales, a partir de abordar la definición castellana de tecno-sociabilidades en la cotidianidad de grupos sociales e individuos, en este caso juveniles. Ser visible, auténtico y actualizado configuran gramáticas de acción, producto de una amalgama de requisitos, imperativos y deseos sociales. De este modo, el autor pone sobre la mesa la trama de moralidades que guían las acciones juveniles en/ con/sobre las redes sociales permitiendo comprender sus sentidos a partir de la recuperación de la perspectiva de los propios actores. Finalmente, nos parece relevante destacar que todos los estudios son producto de investigaciones originales, y que la mayoría es de naturaleza cualitativa y de corte etnográfico. 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De hecho, en los últimos veinte años se pueden identificar tres desplazamientos importantes. En primer lugar, el giro de la subjetividad que cuestiona visiones esencialistas y unitarias de la identidad y permite la emergencia de sujetos de la diferencia, con agencia social y política. Eso, a su vez, ha exigido observarlos imbuidos en redes de relaciones de poder que crean las divisiones sociales en procesos históricamente situados. Un segundo desplazamiento corresponde al cuestionamiento a las visiones reduccionistas que ven a las tecnologías como meros aparatos de entretenimiento, consumo y alienación, para comprender su capacidad mediadora de la experiencia y en la (re)producción y organización de sentidos y prácticas culturales. De ahí que, por una parte, las tecnologías no se consideren como objetos cerrados, terminados, sino abiertas a procesos de innovación y creación de usos sociales que no están siempre predeterminados en su diseño. Por otra parte, se valoran los procesos de apropiación de las tecnologías de acuerdo a variados tipos de demandas y situaciones de la vida común, de los procesos cotidianos de apropiación –las diversas mediaciones– donde los sujetos le otorgan un significado a su uso, de acuerdo con sus propias trayectorias biográficas y a sus diferentes y desiguales competencias culturales. Desde esta perspectiva, en años recientes diversos estudios enfatizan en la importancia de establecer puentes entre el mundo on y off line, pues lo que se ha encontrado es que hay una continuidad entre uno y otro contexto de interacción y práctica social. También existe una preocupación creciente por explorar en dichos escenarios constitutivos e instituyentes de la sociabilidad de los jóvenes, cómo se configuran nuevos capitales simbólicos, espacios alternativos de participación, ámbitos digitales de creación y producción de contenidos y novedosas estrategias de inclusión social. El tercer desplazamiento se refiere a desnaturalizar el uso de las tecnologías y a situar la experiencia mediada. Esto plantea la necesidad de superar tipificaciones y generalizaciones que encasillan a los jóvenes y observar la condición biográfica compleja y a veces paradojal de la relación que los seres humanos establecemos con las tecnologías, así como las condiciones desiguales y diferenciadas de su apropiación. En este sentido se cuestionan las miradas excesivamente adulto céntricas sobre la juventud que han conducido a una homogeneización de los jóvenes como un grupo indiferenciado y desconocen otros factores como las estrategias de control y las dinámicas familiares vinculares que influyen en la apropiación de las tecnologías. En la perspectiva expuesta, la convocatoria de esta sección invitó a jóvenes investigadores a reflexionar acerca de: ¿Qué lugar ocupan las TIC en los procesos de construcción identitaria de las nuevas generaciones? ¿Cuáles son los símbolos y valores culturales predominantes? ¿Qué imaginarios y representaciones sociales organizan la producción de sentido a nivel individual y grupal? ¿Qué tipo de experiencias con el Yo y con los Otros promueven las prácticas de sociabilidad, consumo, creación y entretenimiento en las redes sociodigitales? El artículo de Diana Giraldo, basado en su trabajo doctoral con jóvenes de la ciudad de Cali en Colombia, aporta una comprensión sobre una nueva cultura participativa del aprendizaje (en sentido amplio) donde la capacidad de agenciamiento y adaptación es quizás más importante que los conocimientos adquiridos, pues una vez que se alcanza el mínimo de destreza requerido, las habilidades para seguir explorando, pedir ayuda, ser recursivos y sobre todo perseverantes, resultan todavía más necesarias para una cultura participativa. Por eso los jóvenes no quieren ser etiquetados como “nativos digitales”, por el contrario, buscan ser reconocidos como “actores sociales” en el amplio sentido de la expresión. Esto es, en términos de sus trayectorias de afirmación de sí, de sus prácticas de reflexividad y de búsqueda de autonomía, las cuales, de nuevo, no pueden ser pensadas por fuera de la cultura mediática y participativa actuales. En esta misma línea, el trabajo de Morales, Cabrera y Rodríguez analiza la relación entre consumo y producción de contenidos digitales por parte de adolescentes uruguayos siendo la reflexividad metodológica sobre el propio trabajo de campo protagonista de los hallazgos. Particularmente, las autoras constataron que los jóvenes no se reconocen como “prosumidores” –un a priori a la investigación– sino que las prácticas que resultan significativas son las de compartir y re-compartir en las redes sociales virtuales. Así, este tipo de prácticas se relaciona más con valores y sensibilidades que con un aprendizaje técnico-informático intensivo en el uso de herramientas digitales. Estas prácticas tampoco se traducen en la generación extensiva de narrativas transmedia. Estas búsquedas de afirmación y de autonomía se producen tanto en las capas poblacionales más integradas como en los sectores populares. Así, por ejemplo, el artículo de Magdalena Lemus se fundamenta en una investigación cualitativa de carácter biográfico que se preguntó por las prácticas de apropiación de las tecnologías en los hogares de jóvenes de clases medias y altas de Buenos Aires, Argentina. La autora encontró que este proceso de apropiación no es uniforme, se transforma con otras interacciones sociales y con la migración de tecnologías a través del tiempo, las biografías y los espacios domésticos. Este proceso lo observó a través de la triada tener, hacer, decir que permite comprender las formas de participación en un universo de sentidos compartidos. El artículo de Mónica Bermúdez Grajales también pone el foco en las experiencias de apropiación tecnológica de jóvenes de sectores medios altos colombianos. Para ello el texto analiza las escrituras en entornos digitales desarrollada por estos grupos sociales percibiendo el mantenimiento de cierta cultura hegemónica vinculada a la clase media alta de jóvenes universitarios, ahora a través de dispositivos digitales. Esa tensión cultural entre lo heredado de la cultura impresa (canónica) y la cultura digital y su correspondencia en formas de expresión subjetiva le permite a la autora analizar cómo la condición de clase subjetiva a estos sujetos en las interacciones comunicativas y en la construcción de relaciones donde la dualidad exclusión/inclusión opera como mecanismo de configuración social. ¿Pero qué sucede con los jóvenes que se encuentran socialmente en condiciones de marginalidad y desventajosas? Ana Brizet Ramírez realizó un estudio con niños y jóvenes de sectores marginales de Bogotá, Colombia. La autora destaca la construcción de un capital lúdico que se origina en circuitos de consumo audiovisual como los videojuegos y las parrillas televisivas, los cuales ofrecen satisfacciones y posibilidades de exploración de la dimensión lúdica y creativa de los jóvenes. Sin embargo, la autora alerta sobre cómo el advenimiento subjetivo se sostiene entre las potencialidades de participación y expresión y, al mismo tiempo, en la espectacularización, los estereotipos y el sonambulismo del mercado. En la misma línea de reflexión crítica acerca de los límites y posibilidades de la producción digital de los adolescentes, Andrea Valdivia en su texto se pregunta: “¿qué voces son las que están presentes en las narrativas digitales adolescentes?, ¿qué apropiaciones hacen estos creadores por medio de la producción digital?”. Con base en sus investigaciones de carácter etnográfico con adolescentes chilenos de ámbitos rurales y urbanos, comprueba que las historias narradas reproducen la estética, contenidos y patrones ficcionales del anime y los videojuegos. La autora concluye en la necesidad de apoyar a los adolescentes para que reconozcan otros referentes en su repertorio narrativo, y que sean asumidos como un horizonte legítimo para narrar sus propias historias. El texto de Welschinger Lascano aborda las formas de socialidad de jóvenes de sectores populares en La Plata (Argentina) mediadas por redes sociales virtuales, como Facebook, analizando “los imperativos y regulaciones” que los mismos jóvenes desarrollan para gestionar sus vidas en esos entornos. En dicha perspectiva, el autor ofrece posibles interpretaciones a las acciones realizadas en las redes sociales, a partir de abordar la definición castellana de tecno-sociabilidades en la cotidianidad de grupos sociales e individuos, en este caso juveniles. Ser visible, auténtico y actualizado configuran gramáticas de acción, producto de una amalgama de requisitos, imperativos y deseos sociales. De este modo, el autor pone sobre la mesa la trama de moralidades que guían las acciones juveniles en/ con/sobre las redes sociales permitiendo comprender sus sentidos a partir de la recuperación de la perspectiva de los propios actores. Finalmente, nos parece relevante destacar que todos los estudios son producto de investigaciones originales, y que la mayoría es de naturaleza cualitativa y de corte etnográfico. Esto les permitió a los autores, todos estudiantes de posgrado, reconstruir los matices más sutiles de las representaciones y experiencias de los jóvenes, así como los significados que les otorgan a sus prácticas de consumo cultural, modalidades de sociabilidad y estrategias de inclusión social.87p.spaCentro de estudios Fundación CeibalJóvenes, transformación digital y formas de inclusión en América Latinareponame:Ceibal en REDIinstname:Fundación Ceibalinstacron:Fundación CeibalIdentidad digitalCulturaDigital IdentityCultureCiencias SocialesCiencias de la EducaciónCulturaSubculturasIdentidad culturalCultura digitalNuevas identidades, culturas emergentes y estrategias de inclusión socialParte de libroPublicadoinfo:eu-repo/semantics/publishedVersioninfo:eu-repo/semantics/bookPartUsos sociales de las TIC y cultura digitalWinocur, RosalíaWinocur, RosalíaLICENSElicense.txttext/plain4611https://redi.anii.org.uy/jspui/bitstream/20.500.12381/328/2/license.txt04900bda284772ac092f06dccc513e67MD52ORIGINALCapítulo 3_ok.pdfapplication/pdf11344113https://redi.anii.org.uy/jspui/bitstream/20.500.12381/328/1/Cap%c3%adtulo%203_ok.pdf5b58cb1b324283379f1baecf11f66b52MD5120.500.12381/3282024-04-15 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