Antes de la irrupción ocasionada por el COVID-19, ya eran evidentes las brechas de género en el uso de las Tecnologías de la Información (TIC) en los sistemas educativos de América Latina. De acuerdo con la Guía Metodológica para Medir las TIC en Educación desarrollada por Martínez-Restrepo, et al. (2018), las escuelas rurales ya tenían menor acceso a dispositivos tecnológicos; las docentes, por su parte, presentaban menores índices de inclusión digital o de uso pedagógico de las tecnologías, en comparación con sus contrapartes masculinas. El mismo estudio encontró, de hecho, que las docentes tenían menores niveles de autoeficacia en el uso de las tecnologías para la enseñanza. Por otro lado, las niñas y adolescentes ya accedían y utilizaban el Internet en proporciones similares a sus compañeros varones, pero con menos intensidad y menores habilidades que les permitiera aprender y participar de forma activa en la elaboración del conocimiento mediado por las TIC (Martínez-Restrepo et al., 2018). Martínez-Restrepo et al., (2018) encontraron, además, que en los espacios educativos, las niñas preferían las TIC para comunicarse y los niños para jugar en línea.