Plan Ceibal: "One Laptop per child" en Uruguay

Edelman, Adrian

Resumen:

A principios de setiembre de 2009, y mientras revisaba la presentación que ofrecería próximamente ante un organismo internacional en Washington, Miguel Brechner, presidente del Laboratorio Tecnológico del Uruguay (LATU), no podía evitar repasar mentalmente el vértigo de los últimos tres años al frente del Plan Ceibal. Cuando el presidente de la República, el Dr. Tabaré Vázquez, le encomendó formalmente dirigir la iniciativa en diciembre de 2006, la ilusión era grande, pero no estaba seguro de haber visualizado cabalmente la dimensión del proyecto en el que se embarcaba. En poco menos de tres años, el Plan Ceibal había conseguido lo que muchos habían considerado imposible: entregar una laptop a cada niño y maestro de todas las escuelas públicas de Uruguay. El proyecto parecía consolidarse irreversiblemente y de hecho se había convertido en un bastión indiscutido de los logros del gobierno, de cara a las elecciones nacionales de octubre de 2009. El propio candidato a presidente por el principal partido opositor lo reconocía, y había pedido recientemente en un acto público “un aplauso para el Plan Ceibal”. En unas pocas semanas se habrían conectado prácticamente todas las escuelas públicas del país, y se habrían entregado laptops a más de 360 000 niños. Se habían resuelto decenas de problemas operativos, gracias a un equipo técnico joven e innovador, a una increíble red de voluntarios y a una obsesión por ejecutar eficazmente que había trascendido a toda la organización. Y se había disparado una avalancha de iniciativas, muchas de ellas ya fuera del ámbito directo del Plan Ceibal, que atestiguaban que efectivamente habían logrado iniciar un cambio –lo más parecido a una revolución–. Miles de voluntarios movilizados, cientos de blogs escolares, encuentros entre educadores y padres de la comunidad, iniciativas de investigación, propuestas de las más diversas organizaciones sociales, cientos de anécdotas documentadas y, ciertamente, muchos momentos emotivos. Esto significaría el final de la primera fase del proyecto: todos los niños y maestros de las escuelas públicas tendrían su computadora. Sin embargo, Brechner advertía que todavía quedaban enormes desafíos por resolver, algunos tan complejos que apenas imaginaba cómo afrontar. Aunque en los últimos meses el Plan y su propia persona habían cobrado un protagonismo público no previsto, y llovían las felicitaciones y reconocimientos desde diferentes ámbitos nacionales e internacionales, sentía que se estaba por cerrar una ventana de oportunidad y se preguntaba si había logrado lo suficiente para blindar al Plan para las siguientes fases, fueran cuales fueran los próximos desafíos.


Detalles Bibliográficos
2015
Plan Ceibal
Inclusión digital
Ceibal Plan
Digital Divide
Digital inclusion
Ciencias Sociales
Ciencias de la Educación
Brecha digital
Política
Acceso a computadoras
Política educativa
Español
Fundación Ceibal
Ceibal en REDI
https://hdl.handle.net/20.500.12381/382
Acceso abierto
Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional. (CC BY-NC-ND)
Resumen:
Sumario:A principios de setiembre de 2009, y mientras revisaba la presentación que ofrecería próximamente ante un organismo internacional en Washington, Miguel Brechner, presidente del Laboratorio Tecnológico del Uruguay (LATU), no podía evitar repasar mentalmente el vértigo de los últimos tres años al frente del Plan Ceibal. Cuando el presidente de la República, el Dr. Tabaré Vázquez, le encomendó formalmente dirigir la iniciativa en diciembre de 2006, la ilusión era grande, pero no estaba seguro de haber visualizado cabalmente la dimensión del proyecto en el que se embarcaba. En poco menos de tres años, el Plan Ceibal había conseguido lo que muchos habían considerado imposible: entregar una laptop a cada niño y maestro de todas las escuelas públicas de Uruguay. El proyecto parecía consolidarse irreversiblemente y de hecho se había convertido en un bastión indiscutido de los logros del gobierno, de cara a las elecciones nacionales de octubre de 2009. El propio candidato a presidente por el principal partido opositor lo reconocía, y había pedido recientemente en un acto público “un aplauso para el Plan Ceibal”. En unas pocas semanas se habrían conectado prácticamente todas las escuelas públicas del país, y se habrían entregado laptops a más de 360 000 niños. Se habían resuelto decenas de problemas operativos, gracias a un equipo técnico joven e innovador, a una increíble red de voluntarios y a una obsesión por ejecutar eficazmente que había trascendido a toda la organización. Y se había disparado una avalancha de iniciativas, muchas de ellas ya fuera del ámbito directo del Plan Ceibal, que atestiguaban que efectivamente habían logrado iniciar un cambio –lo más parecido a una revolución–. Miles de voluntarios movilizados, cientos de blogs escolares, encuentros entre educadores y padres de la comunidad, iniciativas de investigación, propuestas de las más diversas organizaciones sociales, cientos de anécdotas documentadas y, ciertamente, muchos momentos emotivos. Esto significaría el final de la primera fase del proyecto: todos los niños y maestros de las escuelas públicas tendrían su computadora. Sin embargo, Brechner advertía que todavía quedaban enormes desafíos por resolver, algunos tan complejos que apenas imaginaba cómo afrontar. Aunque en los últimos meses el Plan y su propia persona habían cobrado un protagonismo público no previsto, y llovían las felicitaciones y reconocimientos desde diferentes ámbitos nacionales e internacionales, sentía que se estaba por cerrar una ventana de oportunidad y se preguntaba si había logrado lo suficiente para blindar al Plan para las siguientes fases, fueran cuales fueran los próximos desafíos.